Pequeño país, el paraíso perdido

El genocidio en Ruanda. En abril de 1994, Ruanda escribió uno de los capítulos más oscuros de su historia: la matanza de tutsis y moderados hutus a manos de los más extremistas de la etnia hutu. Conocido también como «el país de las mil colinas», por su terreno ondulado y caracterizado por la belleza de sus paisajes, se transformó por unos meses en un lugar donde la crueldad no conocía límites y la vida humana no tenía valor alguno. Fueron 100 días de horror, tortura y muerte donde murieron 800.000 personas de origen tutsi y se generó un éxodo de dos millones de refugiados. Las potencias internacionales les dieron la espalda después de que habían extraído grandes riquezas de sus recursos naturales.

Antes de la llegada de los colonos europeos, las etnias que habitaban estas tierras de los grandes lagos tenían una cierta convivencia, la llegada de los belgas instauró un sistema social racista: la minoría tutsi fue establecida como casta dominante sobre la mayoría hutu. Esto, con el tiempo, derivó en la lucha por el poder de los grupos radicales de las dos etnias, incubándose el odio hasta que estalló la gran masacre.

Imágenes de Pequeño País, la película, E.Barbier (2020)

Gaby, la pérdida de la inocencia. En ese contexto de violencia larvada, viven una infancia feliz Gaby y sus amigos en Buyumbura, Burundi. Como su propia madre, ruandeses que habían abandonado su país huyendo de masacres y habían encontrado pobreza y exclusión en Burundi. Gaby tiene 10 años «todavía me pregunto cuándo mis amigos y yo comenzamos a tener miedo». A través de pasajes de la vida cotidiana de los niños se pueden apreciar las tensiones latentes y que despiertan en este período de crisis. Las identidades marcaron el destino de muchos niños y familias enteras, a pesar que durante años la convivencia fue pacífica. «Descubrí el antagonismo entre hutus y tutsis, la infranqueable línea de demarcación que obligaba a cada cual a estar en un bando u otro…Se era una cosa o la otra. Cara o cruz… Yo, que quería ser neutral, no pude serlo. Había nacido con aquella historia. Le pertenecía.»

El genocidio puede pasar, pero las marcas en los sujetos que lo vivieron son imborrables: » El genocidio es una marea negra: quienes no se ahogan van cubiertos de petróleo durante toda su vida».

Mezclándose con el drama colectivo está la historia de sus padres, contada de forma rápida pero incisiva: » los niños, los impuestos , las obligaciones, las preocupaciones…llegaron demasiado pronto». Gaby ve resquebrajarse el paraíso que era su vida: «Me aferraba por última vez a la felicidad…»…. y con una metáfora «mi dedito desgarraba el velo que hasta entonces me había protegido de las picaduras de los mosquitos» describe esa pérdida de la inocencia.

Gael con su relato apeló a recordar y reconstruir su infancia, en una región convulsionada, quizás como medio para comprender él mismo lo que le había tocado vivir, escribir “Pequeño país” le permitió armar su rompecabezas interior.

Identidad y alteridad. La búsqueda de la identidad es una constante en la literatura migrante. Gran parte de las ficciones que tratan sobre la migración tienen un carácter autobiográfico, quizá por esa necesidad de catarsis o porque el acto de escribir contribuye a redefinir la identidad.

Durante mucho tiempo el autor, como Gaby, se sintió dividido entre Francia, Burundi y Ruanda. El Gaby adulto que vive en el extrarradio de París contesta a sus amantes cuando le preguntan ¿De dónde eres?Soy un ser humanodesde que medía apenas tres palmos decidí que nunca más iba a definirme»

Faye concluye: «Yo soy una suma , una fusión, no vivo en un lado ni en el otro, vivo en la frontera; esa es mi identidad. Mestizo en constante cambio. Has de cultivar lo que los otros perciben como diferente en ti». Por tanto, percibimos esa reescritura de una identidad que no se ajusta a definiciones binarias, que niega los estereotipos y supera los límites de la propia nación o del propio color de piel.

Un comentario en “Pequeño país, el paraíso perdido

  1. Gema dijo:

    Muchas gracias por mencionar la metáfora del velo, no la recordaba. Es un libro delicioso, que me llegó por recomendación y he recomendado mucho a mi vez y siempre ha gustado. Asombrosos los artistas que tienen un talento tan multidisciplinar.

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