El ambiente sórdido, repulsivo, agobiante, sucio, cruel y grotesco, envuelve a los personajes de Lapvona. Todos son parte del paisaje siniestro, pestilente y deforme que la época medieval pudo haber conocido y nos atrevemos a decir que son un paisaje en sí mismos.
En este entorno nace Marek: «desfigurado desde su nacimiento, con la columna vertebral doblada hacia delante de manera que sus pequeños omoplatos sobresalen de su espalda como alas afiladas».
La personalidad de Marek es de una infancia estancada, inocente y supeditado a darle sentido a todo lo que pasa en él y a su alrededor a partir de un único símbolo: Dios.
Quasimodo. Fotograma de «Esmeralda, la zíngara», 1939
El contrapunto al muchacho y su inocencia es otro personaje, Ina, una mujer anciana, mística y ciega que comenzó a lactar a sus cuarenta y tantos años y que ha sido, durante mucho tiempo, una especie de nodriza sobrenatural, amamantando a generaciones de habitantes de Lapvona, incluido Marek. Ella es la única que da consuelo al joven.
Por otra parte, el padre de Marek, Jude es un viudo violento y sensible que ama y odia al hijo a partes iguales, que siente más responsabilidad por sus corderos que por su propio hijo al que propina brutales palizas y al que cura con ternura las heridas.
Lord Villiam es el “señor feudal” venido a menos, petulante, caprichoso, infantiloide y cruel que se sirve de bandoleros para mantener a raya a los habitantes de la aldea. Su crueldad es inversamente proporcional a su madurez.
Su hijo Jacob, el joven cazador hermoso y valiente, de botas brillantes y nuevas, es el elemento desencadenante del futuro de Marek. Lástima que tenga que morir de forma cruel para que tal circunstancia se produzca.
Escena de «El triunfo de la muerte» de Pieter Brueghel, El viejo
El padre Barnabas, el Rasputín de Villiam, es tal vez el más siniestro, no por cruel, sino por ser actor en la sombra, el que maneja la débil e infantil mente del señor y el que atemoriza a los aldeanos.
Ágata, misteriosa y delicada, madre y madrastra, con un poder femenino y maligno que enamora y a la vez repugna a Jude.
Y, en fin, toda la caterva de seres humanos y animales (no podemos olvidarnos de los corderos) que pueblan Lapvona y que contribuyen a crear esta historia tan oscuramente medieval.
A pesar de que cada uno de los personajes tiene sus demonios particulares, todos se rigen por un elemento común: la fe como camino hacia la supervivencia. Dice Emmanuel Carrère en El Reino (Anagrama; 2015) que «la raíz del deseo religioso es la nostalgia del padre y el fantasma infantil de ser el centro del mundo». Puede que sea Marek, el protagonista de Lapvona, el mayor exponente de esta idea: un campesino adolescente que nunca ha sido amado, que venera y teme a Dios por igual y busca la comunión con él a través del maltrato al que lo somete su padre. Marek cree ser el elegido, el que padecerá la máxima miseria terrenal para alcanzar la gloria tras la muerte, sin saber del todo cómo una va a dar paso a la otra.
Dejamos los enlaces al catálogo de las bibliotecas de la comunidad de la novela «El reino» y en eBiblio.