“Un matrimonio de provincias”: la educación de la mujer en el siglo XIX

Esta obra es un  claro reflejo de la vida social en provincias a finales del siglo XIX y sobre todo de la situación de la mujer. El triste y aburrido día a día de las jóvenes, a la espera de un marido como única salida para librarse del incómodo papel de “solterona” que tanto temen  las jóvenes.

Denza lo expresa claramente.  “Y ahora yo me encontraba en la misma situación. ¡Una solterona!… Las otras jóvenes me consideraban mayor. ¡Y con razón! Todas las que tenían la misma edad que yo, incluso Maria, que era más joven, tenían hijos que iban a la escuela; eran señoras casadas. … Veía surgir amenazadoramente ante mí el biombo de la pobre tía, y las lágrimas silenciosas, desconsoladas, me caían por las mejillas hasta la blusa, y no me daba cuenta de que  las piernas se me estaban halando, de que estaba completamente aterrada. ¡Una solterona!”

En este siglo, la enseñanza de las mujeres no tiene un papel destacado. El prototipo más frecuente es el de perfecta casada, reina del hogar, piadosa, buena madre y buena esposa. El acceso de la mujer a la educación no buscaba alterar la función social de la misma, sino  alfabetizarla y adiestrarla lo  mejor posible en los quehaceres domésticos para el mejor funcionamiento del hogar y la familia.

En lo que se refiere a ‘leer, escribir y hacer cuentas’ ya saben bastante, las jóvenes no deben convertirse en doctoras. Ahora es el momento de que aprendan a tener el hogar en orden, a coser, planchar, cocinar, a ser buenas amas de casa”

La mujer seguía siendo en su mayoría analfabeta, sobre todo en las clases más pobres, cuya mayor preocupación era conseguir el alimento necesario para la familia.  En la clase media enseñaban a lo sumo a leer, escribir y las cuatro reglas de la aritmética. Es la clase alta la única que educa a sus hijas.

Las dos hermanas dicen claramente cuál es la educación que les inculcaba su padre. ”No nos mandaba ni siquiera a la escuela… Él mismo nos enseñaba a leer, a escribir y a hacer cuentas de vez en cuando.  Y durante los paseos se encargaba de nuestra formación literaria.” Pero sí que vemos que sus primas tenían una educación más esmerada. “En otoño salían del internado unas parientes lejanas nuestras…”

Aunque a finales de este siglo ya se oían voces discordantes con esta situación. Emilia Pardo Bazán en 1892, en su ponencia titulada “La educación del hombre y de la mujer: sus diferencias”, defendía el libre acceso de la mujer a cualquier tipo de educación, al igual que el derecho a ejercer la profesión elegida.

Joaquín Balmaseda en 1882 en su libro “Consejos útiles para la mujer y leyendas morales”  aconseja a los padres que deben pensar en el futuro de sus hijas, no arreglan todo dándoles marido, ya que en ocasiones se quedan viudas y teniendo una formación pueden trabajar para ganarse la vida.

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