3. La mala costumbre. El barrio, la clase obrera y los personajes

La protagonista de La mala costumbre habla con cariño de su barrio, de su infancia en él, reivindicando la pertenencia a la clase obrera. Sin embargo, el barrio de San Blas, en el que se desarrolla el libro fue, durante muchos años, un barrio conflictivo.

No había que ser muy despierta para entender que todos eran barrios obreros, de rentas bajas, movilizados políticamente y a los que se había castigado con dureza, por ejemplo, introduciendo mareas de heroína y después catalogándolos a partir de las consecuencias que había dejado la droga.”

San Blas comenzó a construirse en el año 1958 como consecuencia del crecimiento urbano de Madrid, desbordado por la afluencia masiva de inmigrantes de toda España en busca de trabajo. Este barrio obrero, nació como zona de realojo donde se construyeron en poco tiempo miles de viviendas.

En los años 80, proliferaron en el barrio los problemas de desempleo, delincuencia y drogas, estigmatizando el barrio en detrimento de su anterior carácter reivindicativo.

Y, de esta manera, transitando por el barrio de la mano de la protagonista, conocemos a los personajes secundarios de esta historia que, sin embargo, se convierten en actores principales por el importante poso que dejan. Así, Alana nos ha presentado a:

  • Laura, la hija de Luisa, dos supervivientes: “los hombres del bloque escurrían el bulto argumentando que a ellos no les gustaba que husmeando en sus casas y que los problemas de un matrimonio se arreglaban entre sus miembros”;
  • La Peluca “era bajísima, flaca como un perchero y estaba arrugada de tal forma que cuando se movía parecía estar interrumpiendo un inexorable proceso de momificación”;
  • Margarita, y con ella a otras “luchadoras” como Sylvester, Bibi, Amanda Lear, Tula Cossey, Cris Miró: ”Margarita era una punzada de realidad llamando a la puerta. Una confirmación de lo que no quería ver ni saber”;
  • Eugenia: “Es que da mucho miedo, nena, cómo no va a darlo, ¿tú les has visto ahí fuera? Pero qué alternativa tenemos, qué otra cosa se puede hacer. Dímelo, cariño, qué otra cosa podemos hacer”;

Y también a La Chinchilla, a Jay, a la familia de la protagonista…, todos y todas personas de vida humilde, cuya única pretensión era vivir a su manera, dejando vivir, siendo respetados, siendo amados. Esto, que parece tan sencillo, Alana S. Portero nos muestra que, en ocasiones y para determinadas personas, se convierte en un sueño muy difícil de conseguir.

Y ahora, es tu turno: ¿qué personaje te ha llamado más la atención? ¿crees que Alana habla de soledad a través de sus personajes? ¿los consideras bien retratados?… ¡Esperamos tus comentarios!

2. La mala costumbre. La disforia

252 páginas. Nos enfrentamos a una novela breve, pero no por ello sencilla. Una novela valiente e innovadora que trata temas poco comunes.

Quizá nuestras primeras impresiones nos lleven a ver una novela autobiográfica, pero la propia autora nos dice que, aunque utiliza la primera persona, hay mucha más ficción de lo que parece, no es una obra autobiográfica.

Desde el principio ya nos pone en la piel de otra persona, la piel de un niño que se siente diferente:

Página 24: La conciencia de que necesitas un armario para esconderte te hace listísima en lo tocante al juego de la verdad y la mentira, de lo que dejas ver y de lo que no.

Página 53: La disforia, que ni siquiera sabía que se llama así, ocupaba tanto espacio mental y tanto desagrado físico ya, con nueve malditos años, que casi no dejaba lugar para nada más.

Página 55: Lo primero que una niña trans aprende cuando el entorno es hostil a su causa, antes incluso de saber que lo es, cuando todo son intuiciones, es a controlar la ilusión, o a fingirla hasta que casi ni ella misma sabe cuándo es cierta y cuándo no.

Página 62: De niña no me daba miedo pensar en ser así, ni fantasear con ello, me aterraba la reacción de los demás viendo cómo se expresaban sobre algo que era tan bello. El desprecio con el que lo hacían, la repugnancia que parecía causarles. Fueron esas conversaciones ajenas, las que se supone que una no está escuchando, las que me convencieron de que era un ser torcido que debía ocultarse.

Cuando te enfrentas a este tipo de sentimientos y te imaginas a una personita de 9 años sintiendo algo así, es cuando ves que hay realidades muy poco conocidas, que tener que esconderse no es bueno, que expresiones como “salir del armario”, disforia, entorno hostil, fingir la ilusión o sentirse aterrado por la reacción de los demás, no es algo que un niño deba sentir.

Alana Portero es capaz de presentarnos esta realidad, de trasladarnos a la infancia y a la juventud de alguien diferente, alguien que está pasando por lo que no pasan la mayoría, un corazoncito que sufre en silencio y que tiene que vivir con una realidad escondida, porque no es fácil no ser como la mayoría, salirse de la media y luchar con miradas a las que otros niños no se tienen que enfrentar.

¿Qué es la disforia según la RAE?

Del lat. cient. dysphoria, y este del gr. δυσφορία dysphoría ‘molestia, desazón’, ‘pena’, der. de δύσφορος dýsphoros ‘difícil de soportar’, de δυσ- dys- ‘dis-2’ y -φορος -phóros ‘‒́foro’.

1. f. Med. Estado de ánimo de tristeza, ansiedad o irritabilidad.

disforia de género

1. f. Psiquiatr. Angustia o malestar persistente en una persona causados por la 

falta de correspondencia  entre su sexo biológico y su identidad de género.

Podemos consultar el catálogo de la biblioteca para ver que este ha sido un tema tabú, hasta hace pocos años, un tema del que no se hablaba, ni se escribía, ni se comentaba, era un tema escondido, de armario, apenas susurrado. Hoy en día hay muchas obras entre nuestras colecciones que hablan sobre ello.

No obstante, pocas las novelas que tratan el tema en primera persona, por eso te invitamos a descubrir La mala costumbre, de la que seguro todos vamos a aprender algo.

La mala costumbre, Alana S. Portero

Este mes os invitamos a compartir una lectura diferente, un libro que sorprende favorablemente y que, sin lugar a dudas, hace reflexionar. Pero, quizá sería mejor empezar con el nombre de la autora, para que no se nos olvide y poder seguir sus pasos literarios: Alana S. Portero.

La mala costumbre es la primera novela de la autora, Alana S. Portero (Madrid, 1978), medievalista de formación, quien se define como escritora, dramaturga, directora escénica y cofundadora de la compañía de teatro STRIGA por vocación, y –añade- de clase obrera.

En diversos medios, ha abordado temas como cultura, feminismo y activismo LGTBI con un enfoque concreto en la realidad de las mujeres trans.

Con La mala costumbre, ha captado la atención de crítica y público, obteniendo diversos reconocimientos por su novela, como el «Reconocimiento Arcoiris» del Ministerio de Igualdad o el Premio Cálamo 2023, en la categoría mejor libro del año. La obra ha sido ya traducida a más de trece lenguas.

Para que vayáis abriendo boca, os contamos un poquito de qué trata, a través de la sinopsis que la editorial Seix Barral ha utilizado para presentar la obra: “El desgarrador viaje vital de una niña atrapada en un cuerpo que no sabe habitar. Una novela deslumbrante que no se parece a nada que hayas leído. Un fenómeno literario internacional antes de su publicación.”

Narrada desde una singular y desgarradora voz en primera persona, La mala costumbre recorre la adolescencia de una niña atrapada en un cuerpo que no sabe habitar, que intenta comprenderse a sí misma y al mundo en el que vive, desde su infancia en una familia de clase obrera en el barrio de San Blas, arrasado por la heroína en los años ochenta, hasta las noches clandestinas en el centro de Madrid de los noventa. Como en una versión bastarda del viaje del héroe, yonquis, divas pop y ángeles caídos la acompañan en un viaje vital en el que, al final, serán otras mujeres quienes le ayuden a superar la violencia que encuentra a cada paso.

La mala costumbre es una novela cruda y feroz, pero también poética y conmovedora, en la que los extremos se tocan para mostrarnos por qué el resentimiento y la rabia contra el sistema son completamente válidos para sobrevivir en una sociedad que no acepta a los que son diferentes.

Dueña de un universo creativo único en el que conviven el teatro, la historia clásica y el activismo, Alana S. Portero debuta en la ficción con esta novela deslumbrante que se ha convertido en un fenómeno editorial internacional.

Por cierto, la cubierta es de la artista canaria Roberta Marrero:

https://www.bibliotecadecanarias.org/escritores-as/roberta-marrero

Y, por si fuera poco, puedes escuchar la banda sonora de la novela en:

¿Empezamos?

DE PRIAM FARLL A BANKSY.  DE PUENTE A PUENTE Y TIRO PORQUE ME LLEVA LA CORRIENTE.

 Enterrado en vida resulta una obra de temática compleja, ya que propone reflexiones desde distintas perspectivas.

Uno de los múltiples temas que aparece en la novela, es “EL MUNDO DEL ARTE”, Bennet  aprovecha para arremeter contra la especulación y el enriquecimiento de los intermediarios a costa del esfuerzo de los verdaderos virtuosos del pincel.

“Priam había pensado equivocadamente que el arte constituía la esencia de la vida”.

El mundo del arte es tema de fondo en toda la novela, arte  que conlleva fama,  otro de los asuntos relevantes en el libro.

La fama se presenta como centro de un debate arbitrado por un conjunto de personajes que representan distintos valores; como en el caso de Frall, el artista consciente de su reconocimiento global que no desea ser reconocido ni vender su anonimato.

El artista desinteresado en elogios y popularidad, se opone a la sociedad londinense que se vanagloria de poseer un compatriota tan valioso. El mercado del arte enloquece con cada obra que se conoce, y la London Gallery desea adquirir este renombre y prestigio para poder exponerlo.

El valor del arte es puesto nuevamente en juego cuando aparece el señor Oxford que representa esta parte económica del mundo artístico. Todo tiene un precio y él ha sabido conseguirlo. No obstante, la autenticidad es puesta en duda.

Bennett consigue con esta novela crear un ambiente fantasioso que hiperboliza el mundo del arte con un factor satírico; pero a la vez muy realista mediante los diálogos, la caracterización y el ambiente. Contrapone dos modelos de hombre en Frall y Leek; dos modos de entender y comerciar con el arte, Frall y Oxford

En este caso, Frall escoge abandonar su identidad y escudarse en el anonimato que proporciona la figura del criado. El debate que entonces se establece es el derecho social sobre la vida personal, controversia muy actual en el mundo artístico. Hasta dónde la sociedad debe y puede entrometerse en la vida privada de un sujeto dedicado al arte.

Pero la elección de Frall no es la única salida a la fama no deseada, más de cien años después de la publicación de “Enterrado en vida”, otro artista inglés Banksy, se esconde del mundo.

¿Quién es Banksy? Una pregunta que aún continúa en el aire y que diversos medios e investigadores han intentado descubrir. Mucho se ha especulado con la identidad del famoso grafitero. Podría ser un hombre blanco, inglés, despreocupado con su imagen…una descripción que bien podría ser la de Priam Frall…

Se especula que Banksy podría ser el líder de la banda de trip hop Massive Attack, o un presentador de televisión. A día de hoy, la identidad sigue siendo un auténtico misterio. Priam pinta un puente, escondido tras la identidad de su sirviente fallecido, Banksy, oculto tras el misterio de su identidad, en plena era digital pinta un puente, Banksy parte de una composición de Monet con carros de supermercado abandonados y un cono de tráfico fluorescente. Siempre perspicaz, arroja luz sobre el desprecio de la sociedad por el medio ambiente en favor de los excesos derrochadores del consumismo

  • “Has hecho tú esto? – preguntó con ingenuidad.
  • Si, respondió Priam ¿por qué te extraña?….
  • Desde luego…es muy hermoso….¿Qué es? ¿Es el puente de Putney?
  • Si, respondió él”

Arnol Bennett fue un adelantado a su tiempo poniendo encima de la mesa un tema que hoy es de total actualidad, el artista que quiere ser conocido y reconocido por su obra y no por su identidad.

Han sido muchos los artistas y celebridades que han usado máscaras o simplemente no han mostrado su cara, trabajando desde las sombras.

Desde músicos y DJs hasta artistas urbanos o escritores y street artists cuya única identidad es su firma o su estilo propio; o intelectuales como el mexicano Gabriel Zaid que ha escrito su obra sin aparecer en público y creadores de contenido (particularmente los VTubers), que optan por la tranquilidad de no revelar su rostro.

Bennett abrió la puerta, enterrando en vida, al gran pintor Priam Frall, el resto es actualidad.

Otros tres libros para cuestionar el arte.

ARTE

Ambientada en París, a finales de la década de 1980, Serge, un apasionado del arte moderno, adquiere por una cifra astronómica un extraño cuadro del maestro Antrios, consistente en una mera tela blanca. Sus amigos Yvan y Marc intentan hacerle comprender que sobre la tela no hay nada, pero Serge se obstina en percibir una obra maestra del arte abstracto, con líneas que cambian (las tramas de la tela). La discusión sobre el significado del arte pondrá en peligro la propia amistad entre los tres, que terminan dibujando sobre la tela. Finalmente la vuelven a limpiar, que quedará expuesta con orgullo en casa de Serge

¿Es arte o no es arte un lienzo completamente en blanco, por mucho que sea obra de un pintor de renombre?. Este debate es el punto de partida del espléndido texto que Yasmina Reza estrenó en 1994 y que cuestiona, además, otros conceptos más allá del ‘Arte’ como son el de la amistad o el del éxito en la vida

OBRA MAESTRA

¿Cómo pudo desaparecer de un almacén del Museo Reina Sofía una enorme escultura de Richard Serra de treinta y ocho toneladas? La historia que narra esta novela es del todo inverosímil… y sin embargo sucedió.

En el fondo todo acaba comportándose como reflexión sobre los límites del arte. Del arte contemporáneo, por más señas. ¿Hasta qué punto es original una obra cuando quien la copia y data es el mismo autor? ¿Cómo construyen el mundo circundante las esculturas? Y, sobre todo, ¿esto es una broma, o qué? A veces lo parece, y no pasa nada por reconocerlo. Cuando se nos habla de todos los colaboradores que necesita Serra (arquitectos, ingenieros, gruistas, operarios). Cuando se cita el peligro intrínseco que tiene el traslado, colocación e incluso mantenimiento de sus esculturas, con fatales consecuencias esporádicas (lo que no hace sino aumentar la sensación de extrañeza frente a ese arte mortal pero incomprensible para la mayoría). Cuando rellenamos el vacío posmoderno con creaciones que bien pudieran representar el triunfo de la Revolución Industrial (que nadie en su sano juicio definiría como posmoderna). Todo eso. Pero con más gracia, claro.

Es, también, meditar sobre la vacuidad del presente. Sobre personas que mantienen escondidas obras que adquirieron, a la espera de una revalorización que quizá nunca llegue , sobre personas que gastan a espuertas solo por el placer de gastar, porque pueden, porque deben. O los de más allá, esos que ven su barrio adornado con algo nuevo y aparentemente incomprensible.

LO QUE NO TIENE PRECIO

Una obra pesimista, e incluso con tintes de apocalíptica, porque parte de la premisa de que el arte no es algo de lo que la sociedad pueda sustraerse, por lo tanto la idea que se tenga del mismo, acaba afectando a la libertad del individuo en tanto que configura una idea estética del mundo. Le Brun entiende en su “manifiesto” que el arte contemporáneo amparado por algunos de los hombres y mujeres más poderosos económicamente, han declarado la guerra “a la libertad y a la belleza del mundo”. Le Brun habla de que el arte contemporáneo ha declarado una guerra abierta a la belleza en el mundo a través de la complicidad de artistas con sus comanditarios capitalistas y en armonía perfecta con el actual sistema económico. Todos ellos según Le Brun han decidido acabar con la poesía para crear lo que denomina como una “belleza de aeropuertos”.

AL OTRO LADO DEL RÍO

EL CONTEXTO IMPORTA: AL OTRO LADO DEL RÍO.

El fallecimiento de la reina Victoria en enero de 1901 y la sucesión de su hijo Eduardo, marcaron el inicio de un nuevo siglo y el final de la época victoriana.​ Aunque Victoria había rechazado una vida social muy activa en su viudez, Eduardo era el líder de una élite a la moda que estableció un estilo influenciado por el arte y la moda de la Europa continental, posiblemente debido a la afición de viajar del rey. La época estuvo marcada por cambios significativos en la política a medida que sectores de la sociedad que habían sido ampliamente excluidos del ejercicio del poder en el pasado, como los obreros, los plebeyos y las mujeres, se politizaban cada vez más.

Samuel Hynes describió la era eduardiana como una «época de ocio en la que las mujeres llevaban sombreros de cuadros y no votaban, en la que los ricos no se avergonzaban de vivir ostentosamente y en la que realmente nunca se ponía el sol sobre la bandera británica«.

Frecuentemente el período se extiende más allá de la muerte de Eduardo en 1910, y llega a incluir el año del hundimiento del RMS Titanic en 1912, el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, e inclusive el final de la guerra en 1918. La guerra selló el final del período a medida que el estilo eduardiano de vida, con su inherente desequilibrio de riqueza y poder, se volvía altamente anacrónico a la vista de una población sufriente que se enfrentaba a la guerra, y la era fue expuesta a los nuevos medios de comunicación que despreciaron las injusticias de la división de clases.

La época eduardiana dio a los escritores motivos para reflexionar sobre el dominio imperial y sus defectos. La literatura eduardiana se volvió más crítica con el imperialismo en comparación con la victoriana. Los escritores eduardianos se volvieron más políticos, examinaron temas como el sistema de clases, el colonialismo y otras cuestiones sociales como el sufragio femenino. La literatura eduardiana se alejó de lo sobrenatural y se centró más en el realismo. Aumentaron los thrillers de espías y las novelas provincianas. La obra de Arnold Bennett era famosa por sus descripciones realistas de la vida en las ciudades que rodeaban su juventud. Pero el propio Bennett se inspiró en la ficción regional de los novelistas victorianos George Eliot y Thomas Hardy. A pesar de sus esfuerzos por crear nuevas formas de literatura, los eduardianos estaban muy en deuda con los victorianos que les precedieron.

Enterrado en vida se publicó por primera vez en 1908. La novela está llena de sutiles referencias a las cuestiones sociopolíticas de la época. Hay un personaje entrañable que, seguramente querido lector, ya has descubierto: ALICE, “Era una mujer pequeña y gordezuela…Bueno, gorda, de mejillas rellenas y coloradas. Vestía una blusa blanca de algodón y una falda carmesí de corte irregular: guantes grises de algodón, una sombrilla verde y, en lo más alto, el sombrero negro con rosas rojas” Alice representa a esa mujer moderna que deja atrás los ideales victorianos “Para 1900 se había producido una mejora lenta pero constante de la posición jurídica de la mujer. Se aprobaron leyes importantes que comenzaron a corregir algunas de las desigualdades legales que enfrentaban en la vida cotidiana”. No hay que olvidar que el sufragio femenino en el Reino Unido fue aprobado en 1928, después de muchos años de una dura lucha. Alice vive sola en una pequeña y acogedora casa pasando el puente de Putney y busca un compañero a través de una agencia. A lo largo de toda la novela el personaje secundario de Alice adquiere una gran importancia en la historia y para nuestro deleite encontraremos unas citas dignar de subrayar: “Yo tampoco me pongo de luto. Dicen que es para mostrar respeto. Pero me parece a mí que si uno no puede mostrar su respeto sin necesidad de calzarse un par de guantes negros que siempre acaban destiñendo… Y no sé qué pensará usted, pero yo nunca me he puesto de luto. Creo, además, que eso es protestarle un poco a Dios. Me parece que hay mucha palabrería cuando se habla de Dios. Yo no sé qué pensará usted, pero…»

AL OTRO LADO DEL RÍO…

» A medida que Alice iba informándole, con generosa y expansiva precisión, a cerca de Putney y de su vida allí, fue dibujándose en la mente de Priam la visión de un tipo de vida muy diferente a la que había disfrutado hasta entonces. Putney tenía, evidentemente, las ventajas de una ciudad residencial y estaba en un lugar privilegiado. Descansa en la ladera de una colina por cuyas estribaciones discurre esa gloriosa corriente de agua llamada Támesis, donde se balancean pintorescas barcas y botes de remos bellamente aderezados. Los arcos de un puente salvan esta corriente, y gracias a él, se puede ir en ómnibus blancos como la leche, al centro de Londres… Putney es un sitio donde uno puede vivir sin que lo molesten ni lo incomoden. Allí tiene usted su casita, con sus muebles, la posibilidad de ocuparse de uno mismo en todos los sentidos, allí se saben los precios de las cosas, se adquiere el conocimiento profundo de la naturaleza humana. No es necesario tener criados, porque los criados son un engorro y porque nunca se hacen las sosas también como las hace uno mismo… En Putney uno no está preocupado por la ambición, ni por la envidia, ni por el deseo de saber qué hacen los ricos para después imitarlos… En Putney uno es rico porque se gasta menos de lo que se gana. uno no especula sobre la causa última de las cosas ni se obsesiona por los posibles cambios sociales en los próximos cien años. Si uno ve en la calle a un pobre viejo vendiendo cerillas, le compra una caja. El fenómeno social que enfurece a la gente es el espectáculo de ver a los ricos acaparando riquezas y quitándole el pan de la boca a quien lo necesita

Al otro lado del río estaba la vida que quería vivir el famoso pintor. Ese lado donde viven las clases humildes, tan alejadas del suntuoso Londres de hoteles lujosos, de mujeres y hombres a la moda, de museos con obras de arte a precios desorbitados…

¿Lo conseguirá?